A finales de noviembre del 2023 realicé un pequeño viaje de 2 semanas hacia el sur de Chile, y recorrí en bicicleta desde Balmaceda hasta Puerto Montt. Todas las aventuras de este viaje las plasmaré en este artículo, incluyendo la «participación» en el Across Andes y el viaje en sí.
Desde el domingo 19 hasta el viernes 24 de noviembre se realizó la edición 2023 de la carrera de ultraciclismo y gravel llamada Across Andes, la cual consistía en 1.000 km (al final fueron menos) con partida y término en Coyhaique, recorriendo con ello la zona de la Patagonia y la Carretera Austral. Este evento fue la ocasión perfecta para viajar hasta Coyhaique, tomarme unas pequeñas vacaciones, y así grabar bicicletas de los corredores nacionales e internacionales y subirlas al canal de YouTube para la sección de Bicis Challeras.
Primero dejar en claro que yo no participé de la carrera como corredor, y por eso las comillas en la palabra participación. Mi propósito para la carrera fue sólo grabar bicicletas, compartir con corredores, y luego recorrer la Carretera Austral modo cicloturismo/bikepacking hasta Puerto Montt. Esta ruta ya la había realizado en los años 2015 y 2017, pero en esa ocasión fue de norte a sur.
Dicho esto, ¡Que comience la travesía!
Índice
Across Andes
Carretera Austral
Palabras finales
Balmaceda
El viernes 17 de noviembre tomé un avión desde Santiago hacia Balmaceda. Pillé una caja de bicicleta en la calle San Diego (son escasas, tuve suerte) y desarmé la bicicleta para que entrara todo en ésta. Una vez en Balmaceda, armé mi bicicleta y pedaleé como por 60 km hasta Coyhaique con un viento en contra del terror. Se sentía como si estuviera todo el rato subiendo con el viento que había, exactamente igual que el año 2020 al recorrer el tramo sur de la Carretera Austral.
Una vez llegado a Coyhaique, me dispuse a buscar gas para cocinilla (no se pueden transportar en avión) y camping. Finalmente me quedé en El Camping ubicado en la rivera del río Thompson Simpson, a un costado de la Ruta 7 y me salió $9.000 por noche. Carozzi, pero era lo que había en esa temporada y al menos estaba bien equipado.
Coyhaique
El día sábado 18 era el check-in de la carrera, así que dejé mi carpa armada y me fui en bici hasta la tienda Patagonia Bikers ubicado en la entrada norte de Coyhaique, lugar donde sería el check-in y la partida de la carrera. Llegué a las 11 y ya estaba lleno de corredores haciendo fila para la entrega de kits y pesaje de las bicis.
Parte 1
Aproveché todo el día de grabar bicicletas de corredores nacionales e internacionales, los cuales han sido subidos al canal de YouTube en 3 distintos vídeos de 4-5 corredores por vídeo.
Parte 2
Luego de grabar bicis, me colé a la charla técnica de puro sapo porque no competiría, y ya finalizada la charla se acabó mi trabajo.
Parte 3
Villa Mañihuales
Mientras los corredores partían la carrera a las 6 de la mañana del domingo 19, yo me despertaba cómodamente y bien descansado a las 8 para ir saliendo a las 12 rumbo hacia el norte. Mi primer objetivo era llegar a Villa Mañihuales yéndome por el camino que da hacia Villa Ortega . Decidí irme por esta ruta porque es la Ruta 7 oficial y porque me gusta el ripio. Por si no sabían, la ruta que da hacia Puerto Aysén es la X-50 y la 240, y la de Villa Ortega es la ruta 7, así que si anduvieron por allá y se fueron por el pavimento, déjenme decirles que no hicieron la Ruta 7 completa 😜.
El día partió con buen clima, estaba soleado con un poco de nubosidad y bastante agradable para pedalear con polera. En algún momento, cuando me compré algo para comer en Coyhaique, se me perdieron mis guantes y me quedé con sólo 2 pares; los dedo corto y los dedo largo bien abrigados para el frío.
Llegando al ripio comienza a nublarse, y llegando a Villa Ortega comienza la lluvia.
Muy lluvia, nunca habíamos visto una lluvia tan lluvia como esta lluvia tan lluvia
-Tío Challa
Comí algo en la villa, que agradablemente tenía ya alrededor de 10 km de pavimento versus los 1 km (?) que tenía el 2017 cuando anduve allá, y seguí rumbo hacia Villa Mañihuales, donde ya comienza a llover con todo.
¿Cómo lo hago para pedalear con lluvia?
La lluvia te va a mojar sí o sí, así que sólo procuro llevar un cortaviento impermeable y lo demás que se moje. La idea es mantener siempre ropa seca de recambio y mantener la temperatura corporal, en especial en manos y pies que es lo que más cuesta mantener caliente. Luego, cuando llegas a tu destino, te pones ropa seca y te abrigas para evitar enfermarte.
Otra cosa importante es no detenerse por mucho tiempo bajo la lluvia. Si se te enfría el cuerpo, te será casi imposible recuperar la temperatura corporal. Me pasó el 2017, así que ahí aprendí que hay que mantenerse en movimiento constantemente y sólo parar por momentos cortos, como comer una galleta o sacar una foto.
En la carrera vi muchos corredores con chaquetas, pantalones y guantes impermeables, pero siento que son un gasto muy grande e innecesario ya que si no te mojas por la lluvia, te mojas por la transpiración, así que prefiero omitir toda esa ropa impermeable y andar con ropa de secado rápido no impermeable.
También vi que usaban aluza para protegerse los pies, o guantes de cocina para las manos. Estos son una buena idea para mantener la temperatura, pero para evitar mojarse no sirven mucho.
Como referencia, yo usaba chalas con calcetines de neopreno porque el zapato se me va a mojar igual bajo la lluvia. La chala da lo mismo que se moje, mientras que el calcetín de neopreno te ayuda a mantener la temperatura del pie.
Ahora sigamos con el relato…
Llegué todo mojado a Mañihuales tipo 6 PM, así que me dispuse a buscar hostal. Nada hacía presagiar que los corredores del Across Andes ya tenían todo copado con sus reservas para esa noche, así que tomé mi comodín y pregunté en un hostal medio escondido que conocí el 2017. Me atendió don Bernardo y tenía disponibilidad completa, así que me quedé ahí y aproveché de secar la ropa, bañarme y cambiarme.
Esa noche fue muy loca, y puedo decir que fue la noche más movida que tuve a causa de la carrera.
Luego de cambiarme de ropa, bañarme, secarme, y dejar de oler a perro mojado, me fui al café Ruta 7 a comer, tomar cafecito, y conversar con los dueños. Este café también funciona como hostal y ya tenían todo ocupado para la noche, así que nos quedamos conversando de la carrera con los dueños y hasta pusieron el live tracking en la pantalla grande para ver a los corredores. Mientras los veíamos, me di cuenta que venían llegando corredores a Villa Mañihuales por el camino El Gato o algo así, así que agarré mi bici y me fui bajo la lluvia a la intersección de los caminos a «cazar corredores».
Me pillé con varios corredores que los llevé al café para que se secaran, abrigaran, y hasta les encontré alojamiento a 3 corredores en el hostal de don Bernardo ya que no encontraban por ningún lado. Se armó un buen grupo de diversas nacionalidades (México, Colombia, Chile, Argentina, y Uruguay) y conversamos harto sobre la carrera, la lluvia que estaba bélica, y de lo que se les venía.
Ya cuando estaba oscuro, salí un rato bajo la lluvia a sapear nuevamente por si venían corredores y divisé a lo lejos un foco de bicicleta acercándose a la Copec. Le doy mi aliento de ánimo, a lo que me responde —El hostal Ruta 7. ¿Dónde está el hostal Ruta 7?— Le digo que está un poco más allá, a lo que me responde —Llévame pa’ allá porfa—.
Mientras acompaño a esta persona me doy cuenta que es Isi Solari, la mejor corredora nacional femenina de ultraciclismo. Venía en muy mal estado de salud, con náuseas y mucho frío, así que la llevé al hostal y se fue a acostar. Al día siguiente me di cuenta que había abandonado la carrera lamentablemente.
Villa Amengual
Ya de día (lunes 20), pasé a la Copec antes de partir y me encontré con más corredores. A uno le recomendé quedarse en el hostal donde me quedé yo ya que buscaba alojamiento, mientras los demás siguieron adelante hacia Villa Amengual que era el siguiente pueblo. La ruta hacia Villa Amengual es relativamente fácil y corta (55 km), pero llovía de una manera… Yo salí seco del hostal, pero a los 5 min de pedaleo ya estaba empapado.
Este día considero yo que fue el más duro que me tocó, y fue principalmente por la lluvia y el frío. La ruta estaba totalmente pavimentada, pero sin mentir no paró de llover en todo el pedaleo, así que estuve como 4 horas pedaleando mojado y con frío. Mi mezcla ganadora de chalas shimano + calcetines de neopreno (la técnica del cicloturista vieja escuela) no me funcionó como esperaba, ya que se me enfriaron los pies a pesar del calcetín de neopreno. Ahí me faltó otra capa más, ya sea un calcetín de lana, o un cube calzado para el frío, pero en cuanto a la lluvia esta combinación funcionó re bien porque no se acumula agua como en un zapato, además que da lo mismo que se moje el calcetín y la chala porque son para eso.
Cuando iba en medio de la ruta vi un ciclista parado bajo un paradero, el único paradero que había, y me dije —uff, yo nica paro con esta lluvia porque te enfrías y después no tienes cómo recuperar el calor corporal—, y esto lo digo con justa razón porque ya me pasó el 2017 y más encima en exactamente el mismo lugar.
Tenía tanto frío en manos y pies que ya estaba pensando en recular una vez llegara a Villa Amengual, porque yo fui a disfrutar de la ruta, no a sufrir como lo estaba haciendo. En mi cabeza me decía —si yo estoy sufriendo, no me imagino cómo deben estar los corredores después de 250 km en el cuerpo bajo esta lluvia—.
Para no comerme el coco y cagarme la psique con pensamientos negativos de devolverme a la casa, es que me dispuse a cantar mentalmente el nuevo disco de blink-182 (One More Time), además del Let The Bad Times Roll de The Offspring y el Nimrod de Green Day, aunque este último no alcancé a terminármelo ya que llegué a Villa Amengual. Funcionó porque mantuve mi cabeza distraída mientras avanzaba bajo la lluvia.
Una vez en Villa Amengual me fui directo al Refugio para Ciclistas de la señora Inés, a quien conocí el 2017 cuando ella llevaba menos de 1 mes de inaugurado el refugio. Nos saludamos, le conté que ya nos conocíamos y me reconoció, así que nos pusimos al día y nos contamos varias copuchas del mundo del cicloturismo nacional y de sus personajes. Cabe destacar que en el refugio habíamos alrededor de 14 ciclistas, casi todos mojados hasta las patas, y otros que ya llevaban unos días ahí descansando y esperando a que pasara la lluvia. De los ciclistas que habían dentro, la mitad eran de la carrera y la otra eran cicloturistas, y yo estaba como al medio de ambos grupos.
Puyuhuapi
Al día siguiente (martes 21) había disminuido un poco la lluvia y ya no era constante, así que no abandoné mi idea de seguir viajando y continué hacia el norte. Pasé por el Refugio Río Cisnes que no conocía, pero que lo tengo en la lista de casas ciclistas al igual que el de la señora Inés. Al rato llegó Paola Martínez, una amiga que conozco hace varios años y que estaba en carrera, así que conversamos un rato y luego seguí mi ruta rumbo hacia Puyuhuapi y la temida cuesta Queulat.
Avanzo unos kilómetros y me pillo con un corredor llamado Carlos Osses, intercambiamos algunas palabras y luego seguí mi ruta. Me tocó subir la cuesta pavimentada con sol al principio, pero llegando a la cima comenzó la lluvia nuevamente, y cuando comenzaba la bajada de ripio me topo con una corredora que iba subiendo. Paro para sacarle una foto random, se me acerca y me pregunta —¿Hacia dónde es la ruta?—. Resulta que, como la ruta pasa en ambos sentidos en esa parte, el GPS se volvió loco y le indicaba que debía devolverse. Le indico que es hacia donde me dirijo yo (bajada) y bajamos juntos la cuesta.
En la bajada fuimos conversando y me dice que se llama Helena Coelho y que viene de Brasil. Muy simpática ella y con harta fuerza y aguante, así que cuando terminamos de bajar la cuesta le ofrezco un tecito caliente de mi termo para entrar en calor. Ella no podía creer que anduviese con té caliente en medio de la ruta, así que se le iluminaron los ojos al tomar algo caliente en medio de la nada.
Las ventajas de andar viajando en vez de compitiendo.
Nos fuimos con Helena pedaleando por 50 km hasta Puyuhuapi con mitad pavimento y mitad ripio, en donde la ayudé cortándole el viento ya que yo estaba descansado y ella ya llevaba más de 300 km desde el domingo. Llegué a Puyuhuapi luego de 88 km, le ofrecí más tecito caliente con galletas a Helena, nos despedimos y me quedé a alojar en el pueblo y a buscar más corredores.
Afuera de un negocio me encontré con Álvaro, un corredor que ya iba de vuelta y que se estaba tapando en papel aluza los pies para subir la cuesta Queulat de noche. También me encontré con Emilio Jofré (el Bati), con quien conversamos su resto y que también ya venía de vuelta, y por último me encontré con la dupla española de César Mato y Óscar Pujol quienes se quedaban en una cabaña al lado del camping donde me estaba quedando. También iban de vuelta rumbo hacia Villa Amengual y me invitaron a compartir un rato antes de que se fueran a dormir.
La Junta
Antes de salir de Puyuhuapi (miércoles 22) me di unas vueltas por el pueblo y me encontré con la dupla de Elizabeth Barraza y Juan Manuel Cruz, quienes iban también de vuelta rumbo hacia la cuesta Queulat y Villa Amengual. Conversamos un rato y partí hacia La Junta.
El camino estaba totalmente pavimentado, a diferencia del 2017 que estaba más de la mitad con ripio. Me fui bordeando el lago Rosselot con muy lindos paisajes y con un tiempo más amigable para pedalear ya que finalmente empezó a salir el sol.
Me encontré en la ruta con muchos corredores que ya venían de vuelta, y algunos cicloturistas extranjeros que también iban hacia el sur. Ya en La Junta me encontré con muchos corredores reunidos en la Copec mientras comían, conversaban, o limpiaban sus bicicletas, en especial las transmisiones que estaban entre sucias y secas después de tanta lluvia. Acá me encontré con un corredor cuyo nombre no recuerdo y que se le echó a perder su pata de cambio Sram AXS elecrónica, y que al parecer llovió tanto que su pata de cambio no quiso funcionar más.
También me encontré con Álex Vesga de Lara Bikers Chile, con quien por esas casualidades de la vida terminamos compartiendo estadía en el camping Agua Vida justo después del puente. Nos convidaron un galpón con chimenea para dormir bajo techo y protegido de la posible lluvia. También ayudé a Álex a ajustarle los cambios que los tenía funcionando mal, y le cociné en la noche mi plato estrella para los viajes; unos fideos con atún y salsa de tomate para que tuviera energías para volver a Coyhaique y terminar la carrera.
Villa Santa Lucía
Antes de partir de La Junta (jueves 23), volví a la Copec y me encontré con el mismo corredor al que le murió la pata de cambio, junto con una chica que se retiró y que estaban haciendo dedo para Coyhaique. No supe si lograron subirse a un auto, pero ojalá que sí porque estaban como a 250 km de Coyhaique.
Éste fue el día en que me despedí de la carrera y sus corredores ya que nuestros caminos se separaban a partir de acá. Me dirigí hacia Villa Santa Lucía en un camino de 80 km muy rápido y totalmente pavimentado, con un día soleado y rico para pedalear.
Llegué como a las 4 a Villa Santa Lucía, almorcé algo ahí, y como el día estaba agradable para pedalear tomé la decisión de desviarme hacia Futaleufú porque el 2017 me quedé con las ganas de conocer por allá. Aproveché que era temprano y seguí pedaleando por el desvío hacia Futaleufú para acortar camino para el día siguiente, y luego de 30 km de pavimento y ripio, me quedé a acampar al lado del Río Malito, por lo que terminé haciendo 100 km ese día.
El camino estaba mitad pavimentado y mitad tierra, y según me contó una señora de la zona, la empresa que estaba pavimentando quebró, los dueños fueron llevados a la cárcel por unos problemas de dinero y movimientos truchos, así que ahí quedó a medio camino la obra de pavimentación hasta quizás cuándo.
Futaleufú
Como acorté distancia el día anterior, sólo me quedaban 47 km de ripio (con un poco de pavimento, como 10 km) hasta Futaleufú (viernes 24), de los cuales la mayoría era en subida y con mucho calor. Comencé a echar de menos la lluvia con el sol que había, pero luego me acordé del día en que me cagué de frío y se me pasó.
Mi objetivo era llegar temprano al pueblo para conocer sus alrededores lo más posible, así que llegué al pueblo a eso de las 2 y media de la tarde y tuve tiempo de conocer el mirador Torre de Agua, el puente Gelvez, y el Pozón de los Reyes luego de un trekking de como media hora.
En el camping conocí a una pareja argentina que venía desde Argentina cruzando en bici hacia Futaleufú, y su meta era llegar a Valdivia y luego volver a Argentina. Sus nombres eran Sergio y Ayelén. Ellos querían irse desde Puerto Montt por la ruta 5, pero les recomendé ir mejor por la ruta del lago Llanquihue ya que es mucho más bonita y segura. Me hicieron caso porque luego vi en sus redes sociales que andaban por allá pedaleando.
Lago Yelcho
Sábado 25. Partí de Futaleufú de vuelta a Villa Santa Lucía, y en la ruta me encontré nuevamente con la pareja argentina, así que nos fuimos conversando. Nos encontramos con un muy buen lugar para tirar la carpa al lado del lago Yelcho, en una pequeña playa que había al lado del camino a 15 km de Villa Santa Lucía. No estaba previsto, pero la magia del cicloturismo es que puedes ir improvisando en la ruta, y qué mejor que quedarse a dormir con la vista al lago.
En la zona no hay nada para abastecerse, así que nos preparamos comida, nos bañamos en el lago, y descansamos para partir al día siguiente hacia Villa Santa Lucía.
Chaitén
Domingo 26. Al día siguiente mi objetivo era llegar a Chaitén, pero Sergio y Ayelén decidieron quedarse en Villa Santa Lucía porque Ayelén sufrió una pequeña lesión y necesitaba descansar. Llegamos a la villa, nos tomamos un café con pastel y un Barros Luco, y seguí mi ruta en solitario en dirección a Chaitén.
Partiendo desde Villa Santa Lucía comienza de inmediato la Cuesta Moraga, así que la ruta empieza con todo. El 2017 esta ruta estaba mitad pavimentada y mitad ripio, pero ahora ya estaba todo pavimentado desde la villa hasta Chaitén, así que la ruta fue bastante expedita.
En Puerto Cárdenas me quedé el 2017 cuando anduve de viaje por allá. Con mi amigo pensábamos que era un pueblo grande ya que el punto en el mapa se veía grande, así que parecía un buen lugar para acampar. Resulta que cuando llegamos al pueblo nos dimos cuenta que eran como 4 casas y nada más, sin siquiera negocios donde abastecerse, así que nos quedamos en ese entonces a acampar debajo del puente.
Ahora ya sabía que ahí no había nada ahí, así que sólo pasé a ver si había algún local para comprarme una coquita rica. Pregunté a un local y me respondió que no había nada, pero me ofreció una coquita de su casa y no pude decirle que no.
Seguí hacia Chaitén, y pasado las termas Río Amarillo me encontré con un hermoso ejemplar de pudú. Pensaba que eran un mito porque no conozco a nadie que haya visto uno, pero cuando lo vi, supe que de verdad existen. Saqué mi teléfono y logré capturarlo en mi pokeball sacarle un par de fotos. Ahora soy la envidia de mis amigos porque logré ver un puducito.
Luego de 95 km llegué a Chaitén. Me compré una pizza gigante, visité la cárcel abandonada para ver qué tal estaba para quedarse ahí (spoiler alert: estaba asquerosa), y finalmente me alojé en el camping Tierra Viva, en donde conocí y le vendí un neumático Schwalbe Marathon Mondial Evo 700x40c a Ryan, un cicloturista que rajó su neumático trasero y no tenía cómo seguir pedaleando.
Hornopirén
Lunes 27. La siguiente ruta era un desafío en contra el tiempo. Primero comentar que para llegar a Hornopirén hay que tomar un ferry desde Caleta Gonzalo hacia allá, por lo que hay que llegar a tiempo al ferry o sino deberás esperar hasta el día siguiente para tomarlo.
Unos locales me mencionaron que el ferry salía a las 7 de la tarde, así que a las 11 de la mañana estaba tranquilamente saliendo del camping rumbo a comprar los pasajes de la empresa Somarco. En la oficina que tienen en Chaitén me dijeron que salía a las 5, no a las 7, y que me recomendaban comprar allá mismo los pasajes por si no alcanzo a llegar al ferry, así que salí de inmediato (11:30 AM) rumbo hacia Caleta Gonzalo (55 km) para intentar llegar antes de las 5.
Los primeros 15-20 km aprox eran en su totalidad pavimento, a diferencia del 2015 que hice esa ruta (mi primer cicloturismo) en donde estaba pavimentado desde Santa Bárbara hasta Chaitén.
Luego del pavimento comienza el ripio que estaba bastante bueno. Bordeé la Laguna Blanca y Laguna Negra, atravesé el Parque Pumalín, pero no hice ningún trekking porque ya los conocía del 2015. Llegando a Caleta Gonzalo comienza el camino HORRIBLE.
Resulta que esta ruta la estaba pavimentando la misma empresa que pavimentaba la ruta hacia Futaleufú. Como quebró la empresa, quedó toda la ruta dinamitada y en preparación para pavimentar, entonces está sumamente escarpada, con mucha roca, y estrecha. Incluso a los autos les cuesta pasar por ahí, ¡a ese nivel! Yo tuve mi primer pinchazo en esta zona por un llantazo.
Finalmente llegué un poco antes de las 4 PM a Caleta Gonzalo, con 1 h de anticipación a la hora de zarpe. Subí al ferry, y me busqué a algún chofer que me transportara a mí y a mi bicicleta por el tramo de 10 km que hay que hacer entre ferry y ferry.
Para que entiendan, desde Caleta Gonzalo hasta Hornopirén se deben tomar 2 ferrys separados por un tramo de camino de tierra de 10 km. Estos 10 km se deben hacer pedaleando con el riesgo de quedar abajo del segundo ferry, o bien hacerlo en auto para no andar en contra del tiempo.
Yo me fui en camioneta para no andar apurado, y luego de haber llegado al segundo ferry, éste zarpó sin mentir como a los 10 minutos de haber llegado en el auto, así que en bicicleta probablemente no hubiese llegado. Igual hay que pensar que estábamos en temporada baja, entonces era el único ciclista haciendo esa ruta y no me iban a esperar, pero en temporada alta es probable que sí esperen.
El ferry salió a las 5, y llegué a Hornopirén a las 10:30 de la noche, así que busqué hostal porque se largó a llover y me quedé 2 días en el pueblo.
Contao
En esos 2 días en el pueblo conocí el puente Río Blanco y la cascada a lo lejos. No fui al Parque Nacional Hornopirén porque ya lo conocí el 2015.
Miércoles 29. Cuando partí de Hornopirén comenzó la lluvia nuevamente. Sabía que quería hacer la ruta costera (W-609) ya que el 2015 quise hacerla, pero nunca encontré el desvío de la ruta 7 hacia allá en Contao (la hice de norte a sur). Ahora era mi oportunidad de conocerla ya que ya conocía la otra ruta.
Me desvié hacia Hualaihué y fui a visitar a la familia Subiabre Gallardo, quienes el 2015 me ayudaron a mí y mi amigo cuando se nos hizo de noche y se largó a llover. Llegué a la casa de ellos, les dije quien era y se acordaban aún de mí, así que me invitaron a almorzar de luche y ahí aprendí que el alga luche es lo mismo que el nori (lo de los sushis). Terminé de comer seguí mi ruta por la costa.
Al partir me percaté que tenía la otra rueda pinchada, así que tuve mi segundo pinchazo del viaje sin darme cuenta en qué momento fue. De aquí en adelante me pilló una lluvia bélica, pero intermitente, así que me mojaba entero y después me secaba a medias cuando dejaba de llover, para después mojarme entero nuevamente y así a cada rato.
La ruta muy bonita y fácil. Está como la mitad pavimentada y la otra mitad con tierra, pero es súper plana con casi nada de altimetría acumulada.
Después de 80 km llegué a Contao, busqué hostal para secarme y dormir calentito, pero estaba todo agotado. No me quedó más opción que ir a un camping en donde me dejaron tirar carpa bajo techo, dentro de la pieza de los baños. Me bañé con agua caliente, me sequé, y dormí tranquilo bajo techo mientras afuera llovía.
Puerto Montt
Jueves 30. Ahora me quedaba mi último día de viaje, llegar a Puerto Montt.
Apenas partí mi día se me perdieron mis otros guantes dedo largo que me quedaban, así que me quedé sólo con los guantes dedo corto que andaba trayendo. Menos mal que ese día no llovió más ni hizo frío, así que logré usarlos cuando más los necesité.
Para volver a Puerto Montt hay 2 rutas, una larga y una corta.
- La ruta larga es irse por el estero Reloncaví, pasando por Puelo, Cochamó, Ensenada, Puerto Varas y Puerto Montt, pero son varios días y con un camino no muy bueno por lo que me han contado.
- La ruta corta es llegar hasta Caleta Puelche, tomar un ferry que sale como $2.400 que sale todo el día cada media hora, que se demora media hora en cruzar a Caleta La Arena, para luego pedalear 40 km aprox hasta Puerto Montt por pavimento.
A pesar de que soy aventurero, opté por la ruta corta ya que debía volver pronto, además que la otra ruta la haré el verano del 2024 luego del evento Cicloturismo Lago Llanquihue.
En total fueron 60 km aprox ese día y llegué a Puerto Montt. Compré pasajes para el mismo día en la noche y volví a Santiago, para dar por finalizada mi travesía por el tramo norte de la Carretera Austral.
Recomiendo comprar los pasajes el día antes o el mismo día en la mañana para asegurarse de que hayan asientos disponibles. Yo no quise hacerlo así y casi me quedo un día más en Puerto Montt, pero aún quedaban los últimos pasajes en una línea de bus.
Palabras finales
El viaje en términos resumidos fue muy llovido y no estaba preparado sicológicamente para tanta lluvia, pero se logró llevar a cabo en su totalidad con el desvío hacia Futaleufú incluido que no estaba en los planes.
Viajar sólo es una experiencia totalmente distinta a viajar acompañado. Cuando hice mis primeros viajes a la Carretera Austral los años 2015 (Puerto Montt-Chaitén) y 2017 (Chaitén-Coyhaique) los hice acompañado, pero esta vez recorrí la misma zona por mi cuenta y fue una experiencia muy distinta. También si la comparamos con la no muy buena experiencia del viaje Santiago-Temuco en pandemia el 2021, siento que se me da mucho mejor el viajar solo ya que voy a mi ritmo sin preocuparme de llegar muy tarde a mi destino, ir donde se me dé la gana (como el desvío hacia Futaleufú), alojar donde yo quiera (camping establecido, camping libre, hostal), y no depender de nadie más que mis piernas y mi bicicleta.
Lo otro es que viajando solo no significa que estás solo, siempre encuentras más ciclistas en el camino, con los que compartes rutas, fotos, vídeos, y lo más importante, experiencias. Yo en esta ocasión me encontré con casi puros gringos, así que menos mal que sé inglés porque pude comunicarme con ellos sin problemas.
El compartir con los corredores del Across Andes estando ajeno a la competencia también fue un punto positivo. Ayudarlos en ruta, compartir, invitarles un tecito caliente, y hacerles más amena la ruta es algo impagable.
¿Nos veremos el próximo año en el Across Andes? Quién lo sabe…
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